domingo, julio 6

El fruto del disgusto


Editar es una forma de intervenir en el presente. El catálogo de una editorial (además de ser su principal activo, dato que cada vez más parece olvidarse en busca de la ganancia a corto plazo) es ante todo una opinión. Editar un libro, insertarlo en un catálogo, implica formular una opinión sobre el estado de la literatura contemporánea, del ensayo de ideas, de la reflexión actual.

Este ha sido el criterio que guió a buena parte de la tradición editorial argentina, de Sur a Claridad, pasando por Santiago Rueda, Centro Editor de América Latina y tantas otras. En los últimos tiempos, muchas de las editoriales independientes -entre ellas Interzona- vienen trabajando en esa misma dirección.

Independiente, sin embargo, es una categoría que da a pensar. Por lo pronto, es un término relacional: ¿Independiente de quién? ¿De qué? Inmediatamente aparece una respuesta, ligada a los medios económicos: las pequeñas editoriales son independientes de los grandes grupos multinacionales. En un proceso acelerado de concentración económica y editorial (que incluye también la búsqueda de una literatura internacional, global, pulcra) la independencia económica funcionaría como la salvaguarda de cierto espíritu crítico, de cierto afán de novedad. Pero la independencia es un asunto mucho más profundo que lo que señalan los asientos contables. Por cierto, los asientos contables existen y las editoriales independientes viven en un estado de fragilidad, de vacilación financiera permanente. Desde este punto de vista, es casi milagroso que todavía perduren editoriales independientes, y que cada vez surjan nuevas iniciativas y nuevos proyectos.

Pero la independencia a la que aspira una pequeña editorial es otra: la independencia de criterio. La libertad. La construcción de otra política de la lectura, de una estrategia que concibe a la literatura como una instancia crítica, audaz, que pone en cuestión el sentido común, y la doxa cotidiana. Ser una editorial económicamente independiente no garantiza necesariamente ese otro tipo de independencia (y a la inversa: ser una poderosa editorial no implica que su catálogo no incluya zonas interesantes y bien diferenciadas), pero una editorial independiente está en condiciones para llevar más lejos esa capacidad crítica de pensar a contrapelo, de proponer otras escrituras, otros autores. Una editorial independiente no hace concesiones.

Siempre me hice una pregunta: ¿Por qué se crean editoriales independientes? Supongo que tiene que ver con el disgusto, con el malestar frente al estado de las cosas. Por tener la vanagloria de querer publicar esos libros que no se publican en otros lados, los libros que ya no se consiguen, o los que se están por escribir. Quizás por eso, gran parte de lo mejor que se escribió en Argentina en los últimos quince años, fue publicado por editoriales independientes.


Damián Tabarovsky

Director Editorial de Interzona


*Texto tomado de Revista Opción.

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